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29 oct 2012

Misión 3ª Parte




Sujetó con firmeza la pistola, encañonada directamente a la frente de Terry, cuyos ojos comenzaron a brillar tenuemente, debido a la sosa luz que inundaba la habitación del hotel. Una sonrisa comenzó a brotar en los labios de ella cuando su víctima elevó ambas manos al aire.
— No vas a poder cumplir tu misión, me temo—susurró ella con tono malvado.
— No importa que me mates, Sussan. Otro ocupará mi lugar—rebatió él, con voz fuerte, a pesar de que ella estaba segura de que se sentía más vulnerable que nunca.
— Tal vez la agencia deba desaparecer también.
De pronto, en los labios de Terry surgió una sonrisa imprecisa, y sus brazos cayeron inertes a los costados.
— ¿Vas a…?—balbuceó— Estás loca. No podrás con ellos.
Sussan amartilló el arma, callando de este modo el gorgojeo sin sentido que profería su antiguo compañero. Habían pasado demasiados años separados, y ya a penas una breve imagen atravesaba la mente de la sicaria de vez en cuando, atestiguando que había ocurrido realmente. Una imagen hermosa, a pesar de todo. Su primer asesinato.
Ella ni siquiera conocía el mundo de los asesinos a sueldo cuando le vio por primera vez, recostado sobre aquella esquina mohosa del barrio pobre, fumando un cigarrillo.
— ¿Por qué lloras?—le había preguntado él
Sussan enjugó sus lágrimas, contrariada por la curiosidad que aquel extraño hombre mostraba por ella, y tras echar un largo vistazo a su enorme y curtida figura, le contó que su novio le había sido infiel varias veces, y que no contento con eso, también había violado a unas cuantas mujeres que no quisieron cooperar.
Tras narrarle todo esto, Sussan se había echado a llorar sin tabúes, sintiéndose libre al fin de aquella pesada carga. El hombre la sostuvo entre sus brazos y la meció con su cuerpo durante unos instantes antes de hacerle la pregunta que cambió su vida para siempre.
— ¿Te gustaría matarle?
Ella se le quedó mirando, con las lágrimas en los ojos, preguntándose por primera vez quién era aquel hombre. Los ojos del muchacho brillaron intensos y azules, mientras se presentaba bajo el nombre de Terry. Y Sussan estrechó su mano, sin poder contener una sonrisa de júbilo.
Y allí estaba ahora, frente a ella, inerme y desarmado. Sus ojos denotaban el temor que residía tras ellos, un temor que Sussan sabía que jamás demostraría. Una media sonrisa curvó los labios de la chica, mientras la pistola descendía hasta el pecho del hombre.
— Siempre hicimos buena pareja, ¿no crees?
Terry observó los ojos de Sussan durante largo rato, y ella supo que jamás podría negarse a su proposición.



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